domingo, 1 de diciembre de 2013

Darkness

It meant I wound up losing you.


Keep my eyes open,
my lips scaled,
my heart closed,
and my ears peeled.


Welcome to the inner workings of my mind. So dark and foul I can't disguise. 
Nights like this, I become afraid of the darkness in my heart.




miércoles, 27 de noviembre de 2013

Tired

And this is the first time that I don't want to say anything about it. Why? Probably I'm tired. I'm tired to tell that part of me that makes me who I am now. I'm tired to tell my story. I think I'm complex. I can see it now. Behind my complexity, in moments like this I would like to be simpler. But I can't and I don't really want to. Just back to the Earth, or back to one of the millions of worlds in which I live everyday. The worlds in which I immerse every time I open a book or I watch a TV series. Places in which I do can be simpler.

martes, 19 de febrero de 2013

BREATHE


"Floating lanterns in the sky. Japanese lanterns is a symbol of letting go of the past. Well here's a news flash. I am not japanese. Like lighting a candle is gonna make everything okay or even saying a prayer. Stupid, delusional, and exasperating beliefs. I know what you're gonna say. 'It makes people feel better' So what? For how long? A minute, a day? What difference does it make? Because in the end when you lose somebody, every candle, every prayer, is not going to make up for the fact the only thing that you have left is a hole in your life where that somebody that you cared about used to be and a rock with a birthday carved into it... "

I miss you.


sábado, 19 de enero de 2013

Relato final: "El despertar"

                Cerré la puerta y subí los pocos escalones que daban al suelo del desván, que ahora era mi cuarto. Encendí la lámpara de una de las mesillas de noche, me apoyé en la barandilla de madera y observé aquella habitación. La pared de madera vieja, los minúsculos cuadros de pájaros en acuarela, las dobles cortinas blancas recogidas a los lados de la pequeña ventana mirador, los muebles también blancos, que eran nuevos pero con un estilo antiguo y acorde con toda la estancia... definitivamente Janette tenía buen gusto. Lo había decorado todo estratégicamente, tanto, que parecía estar más que segura de que accedería a vivir aquí con ella y Cayla. Me adentré en la habitación y me dirigí hacia donde estaba la cómoda para ponerme el pijama. Olía a jabón perfumado, estaba recién lavado y era nuevo, como todo lo demás. Tardaré en acostumbrarme a esto, a que me compren cosas, y a que cuiden de mí sobretodo. Cogí el cepillo que estaba encima de la cómoda y me cepillé el pelo para hacerme una trenza. Cerré las cortinas y me metí en la cama de forja blanca. Al apagar la luz la habitación no se quedaba del todo a oscuras, así que podía entretenerme antes de dormir mirando las vigas del techo y el ojo de buey situado encima del cabecero de la cama. Llevaba todo el día teniendo aquella sensación, presintiendo que iba a pasar algo. No sabía si bueno o malo, pero algo importante. Y aquí estaba ahora. El día había acabado y no había sucedido nada. Nada de lo que yo esperaba. Iba a pasar mala noche, seguro. Y con ese sentimiento de decepción entre cabeceo y cabeceo, me quede dormida.




Había llegado. ¡Guau! ¡Por fin había llegado! ¡No me lo podía creer! Después de las mil horas de avión, el tramo en tren y el esperar toda la vida este momento, no podía asimilar donde estaba. La ciudad de las luces, del amor, del arte. París. Mi soñada París. No podía esperar a visitarla, a conocer sus calles, su gente, su belleza, y plasmar todo esto en mis cuadros. Estaba tan emocionada que besaría el suelo, aunque no creo que debiera, por las recomendaciones de mi primo y porque pensarían que estoy loca. Sí, sobretodo por eso... ¡Já! Mentira, me daba igual. Era joven, guapa, artística, tenía talento... ¡ah! y tenía unos ojos verdes que ya les gustaría a muchas. Y libre, eso sí que era lo mejor de todo. Antes solo era espíritu porque el libre me sobraba. Pero ahora sí que sí, era un espíritu libre. Me iba a comer el mundo. Madre mía... quiero chillar. ¡No! Mejor aún, pintar. Pero no podía, tenía que llegar antes al hotel para recoger las llaves de mi habitación alquilada. Ay primo, te mereces una medalla. Si no hubiera sido por él, no tendría donde caerme muerta aquí, en París  ¡En París!  ¿Lo he gritado en alto? Vaya… ¿cuántas veces vas a tener que repetírtelo? Que sí, que ya estás aquí pesada. Pero es que, el sentimiento de euforia es tal que… quiero empaparme ya de esta ciudad. ¿Y si me baño en el Senna? ¿Sería un comienzo muy metafórico no? Que sí primo, que ya sé que no estaría bien… ¡sal de mi cabeza!




Me desperté, pero no sobresaltada. Tenía que ir al baño. Habré bebido mucha agua en la cena, supongo. ¿Sería por eso que he soñado con un rió  ¿Con el Senna? El Senna. París. El sueño… había sido extraño, pero muy realista a la vez. Muy… coherente, esa era la palabra. Los sueños suelen ser caóticos y la mayoría de las veces no tienen sentido, pero este en concreto… no sé. Parecía tener todo lujo de detalles. Y los recordaba todos, perfectamente. No se me olvidaban con los minutos, como solía pasarme. Los colores, las sensaciones y hasta el olor seguían inminentes en mi cabeza. Volví a la habitación de puntillas y me metí en la cama de nuevo. Apenas había dormido una hora y cuarto más o menos. Sí, la noche iba a ser movida. París  Nunca me había planteado antes salir del país, pero de repente tenía unas ganas locas de conocer mundo… de ser libre.




Ha vuelto a mirar. ¡Madre mía ha vuelto a mirar! This is insane! como diría mi primo el trotamundos, vamos, que es de locos. Llevo apenas tres semanas en París y lo que me apetece pintar es de todo menos la ciudad. Mi idea cuando llegue era la de pintar en Montmartre, el lugar por excelencia de los pintores parisinos, pero no. Estoy en Notre Dame, pintando mi visión de la gótica catedral desde hace una semana, y cada día que pasa miro menos hacia el monumento arquitectónico. ¿Cómo ha sucedido esto? No me imaginaba que me fuera a pasar nada parecido… yo, mirando embobada cada cinco minutos a un chico, y teniendo a la mismísima Notre Dame delante… es para matarme, literalmente. Pero… es que él es tan… ¡guau! Vine aquí hace unos días para visitar la catedral y ya de paso encontrar algún lugar donde pintar si se diera el caso, y entonces le vi. Alto, desgarbado, rubio, con ojos azules y rostro inglés. Estaba sentado en un banco orientado al Senna, con un cuaderno y un bolígrafo en la mano, cosa que le daba un toque intelectual, contrastando con su aspecto bohemio. Escribía, y sus gestos mientras paraba y pensaba le daban un aire tan juvenil… que me hizo que quisiera venir aquí cada día, si con un poco de suerte venia por aquí a menudo, para observarle, y si pudiera, pintar algún cuadro sobre él.

Días después de aquello y de algún que otro cruce de miradas inesperadas (esperadas por mí, por supuesto) aquí estoy, divagando de nuevo con sus labios mientras muerde el bolígrafo. Me he pasado de la raya, ha vuelto a mirar. ¿Cuánto tiempo llevo mirándole? ¿Segundos? ¿Minutos? Dios… no puedo concentrarme. Mi mano está paralizada y la inspiración no surge de ella. Y todo esto es porque no estoy pintando lo que me apetece, no estoy siendo libre. Solo espíritu. Debo dejar que mi mente se libere. Tengo que liberarme. Mire mi pintura, más bien el casi boceto que estaba haciendo de Notre Dame, y me concentre en la esquina inferior derecha del lienzo. Cogí mi carboncillo y volví a ser un espíritu libre. Empecé a dibujarle por primera vez. 






¿Dónde estaba? Que oscuridad… no podía ver nada. Poco a poco distinguí unas líneas oscuras en el techo, y una cosa blanca encima de mi cabeza, en lo alto. ¡Qué calor! A medida que mis ojos se iban acostumbrando a la oscuridad, me iba haciendo a la idea de mi realidad. Estaba en la cama, la cama del desván de la casa de Janette. Otro sueño, había sido otro sueño… pero el de esta vez me había resultado incluso más vivo, más real. Necesitaba agua. Me incorpore y aprecie la poca luz que entraba por la ventana mirador de enfrente. Me sentía cansada, pero estaba tranquila. Bebí un sorbo del vaso de agua que había en la mesilla derecha y me volví a tumbar. Vaya… había soñado con la misma chica, creo. Mis sueños me estaban contando una historia. Era como estar leyendo un libro e identificarse mucho con la protagonista. Me había pasado otras veces, pero no como esta. No me importaría saber más, pensaba. Era tan bonito… y no solo me refería a París.






Entré en mi estudio y oí la puerta chirriar hasta cerrarse tras de mí. Aun me costaba creer que era él el que había cerrado la puerta. Estábamos empapados. ¡Qué digo, más que eso! ¡Estaban cayendo chuzos de punta! Nos dirigimos directamente al cuarto de baño y nos quitamos los abrigos. Ambos nos miramos al espejo, y al ver nuestras muecas divertidas, empezamos a reírnos como si nos fuera la vida en ello. Me hice un moño despeinado, con la intención de atrapar todos los rizos sin suerte. Siempre se me salía alguno. Después de observar cómo me peinaba a través del espejo, se le endureció el rostro y se giro hacia mí.
-      Te queda bien así. Despeinado, loco… como tu eres. – dijo enrollándome un rizo con el dedo y dejándolo que cayera libre al lado de mi cara.

Me quede muda mirándole esos ojos azules suyos, que ahora estaban serios, sinceros. Apretaba la mandíbula, como si luchara por no decir algo que se moría por decir. Se apartó, y salió del baño. Dios… estos momentos de tensión iban a matarme. Tenerle tan cerca me dejaba sin respiración. Era tan guapo, bueno no, era mucho más que eso. ¿Qué se supone que debía pensar? Con solo tres semanas de conocer a Evan, sentía que haría lo que fuera por él. Nunca me había sentido así… había dado algún que otro beso durante mi adolescencia, pero nada mas allá. Era como un pasatiempo que hacía porque todos y todas lo hacían. Pero esto… era real. Sentir. Esa era la palabra exacta. Me había entrado calor, así que me quité la chaqueta y me quedé en una camiseta de tirantes.

Evan estaba repantigando en el viejo sofá, pensativo.

-         -      ¿Quieres un café? -
-         -      No… - contesto con una pincelada de sarcasmo en la voz. Le mire arqueando una ceja y con los brazos en jarras. Aún me costaba pillar su fantástico humor inglés.
-     -      ¡La próxima vez te lo haces tú, señor escritor! – Grité desde la pequeña cocina.

Poco después le tendí el café humeante en la mano y me senté con el mío a su lado en el sofá.

-      -      ¿Señor escritor eh? Suena bastante bien… lástima que yo no pueda llamarte artista, señorita Monica… ¿o mejor Monique? - dijo riéndose de mí.
-      -      ¿Bueno vale ya no? Que haya tenido problemas últimamente para encontrar la inspiración no me hace ser mala. Ni siquiera has visto mis mejores pinturas.
-      -      ¿Y cuándo piensas enseñármelas? Si acaso te refieres a mi retrato, de acuerdo, no está mal, pero tampoco vale como varias… ¿O acaso tienes más cuadros sobre mí?
     Aquello me dejo un poco cortada, pero sabía aparentar pasotismo como nadie. Por supuesto que tenia otros cuadros de él. Solo tenia cuadros de él prácticamente.
-     -      ¡Ja! Claro, vengo a París y me dedico solo y exclusivamente a pintarte a ti. Solo con verte pensé, vaya, ese chico que escribe en un cuaderno se hará famosísimo en poco tiempo y mi cuadro valdrá su peso en oro. Escritor inglés frente al Senna se llamará -
Tras quedarse medio mudo ante mi cara divertida, contesto, arrogante:
-      -      Sabes que eso pasara… puede que tarde algo mas que "un poco de tiempo" pero lo veras con tus propios ojos y tú seras la primera en pedirme un autógrafo.-

Me dio un ligero codazo de camaradería, le mire arqueando una ceja de nuevo, y aparte la mirada. A veces me costaba mantenérsela. Observé a continuación el gran ventanal con cuarterones que ocupaba la pared de arriba abajo. La lluvia seguía cayendo por fuerza.

-      -      De verdad que creo que eres buena.  No me has enseñado muchas más pinturas tuyas pero, la que hiciste sobre mí… es genial.-
Su tono chulesco había cambiado, y yo seguía sin mirarle. No podía, no ahora. No cuando me miraba así, con sus ojos sinceros.
-      -      Solo tienes que soltarte. – continuo.

Por el rabillo del ojo vi como miraba hacia delante, pero no a la ventana como estaba haciendo yo, sino a mi caballete. Dejó la taza de café en el suelo en una fracción de segundo y me cogió la mano haciendo que me levantara del sofá.

-      -      Ven. -
-      -      ¡Casi me derramo el café encima! -
-      -      Vamos, ven. -
        -    ¡Pero...!

Me acerco arrastras al caballete y me coloco delante de él.

-       -    Este lienzo lleva vació demasiado tiempo. Coge un pincel.

Se quedó detrás de mí e hice lo que me pidió, mojé el pincel en el tarro de agua y lo manche con pintura verde. Me quede mirando en lienzo indecisa lo que pareció ser una eternidad, debido a la poca proximidad que había entre nosotros. Estaba con semblante serio otra vez. Cogió mi mano, la acercó al lienzo y me susurró al oído:
-      -      Toma un círculo, acarícialo, y se convertirá en un círculo vicioso. –
Aguanté la respiración. La tensión podía palparse, tocarse. Cuando me quise dar cuenta, ambos estábamos dibujando un círculo encima de otro, sin detenernos. Muy despacio, me soltó la mano, y empezó a rozar cuidadosamente mi piel desde la muñeca hasta mi codo con los nudillos. Los círculos que seguía dibujando cada vez los hacía más irregulares y los pintaba más despacio, al ritmo del tiempo, que se iba ralentizando poco a poco. Siguió rozando mi brazo, esta vez con los dedos, hasta mi hombro. Cogió mi mano libre, la izquierda y la encerró con la suya.

Estaba al borde del infarto. Era todo latido y el corazón se me iba a salir del pecho. Estaba viviendo los segundos más intensos que había tenido en mi vida. Había soñado con este momento desde que le conocí, en aquella famosa plaza de la Notre Dame de París y ahora aquí esta, dejando mella en piel con cada ligero roce.
Continúo su viaje por mi cuello y me deshizo el moño con cuidado, dejando que mi todavía húmedo pelo cayera sobre mis hombros. Me atrajo hacia él con el brazo izquierdo mientras seguía cogiéndome la mano. Me giró de repente, provocando que dibujara un rayajo en el cuadro y me agarro con más fuerza. Prácticamente sentía su respiración entrecortada sobre mi rostro. Me acarició la cara, apartándome delicadamente un rizo caído y me tocó con el pulgar el labio inferior. Tragué saliva como pude, intentando asimilar lo que estaba a punto de hacer. Se humedeció los labios ligeramente y los presiono dulcemente sobre los míos. Se apartó despacio y observó mi expresión intensamente. Lo que sentía en aquel momento no se podía describir con palabras. Nunca me habían mirado así, y solo sabía que quería que me mirara de esa forma cada día. Siempre.

Solté el pincel, que repiqueteo al caer al suelo, y le correspondí, atraiéndolo hacia mi cogiéndole de su rubio pelo y le besé lo mas fervientemente que pude.






¿Qué? Pero, ¿dónde estoy? ¿Evan? En la cama no está ¿dónde estas? ¿Evan? Espera, esto no es el estudio. No, definitivamente no. Ni yo soy, ¿Quién? ¿Monica? Entonces, Evan no está aquí, porque no existe… ¿Otra vez? ¡No! ¿Cuánto había dormido esta vez?  Tres horas, bueno, y media. No lo entiendo, era tan real, y tan agradable. ¿Por qué no puede ser real? ¿Y por qué tengo que despertarme en el mejor momento? Evan no existe… no. Me niego. No me acuerdo ni de mi nombre pero me da igual, solo quiero dormirme y volver a sentir que lo tengo a mi lado, no sé cómo, pero consigue llenar aunque sea en sueños el vació que hay en mí.

Habían pasado veinte minutos y no me había dormido, a pesar de estar muy cansada. Que rabia. Nunca había sufrido de insomnio. Dormía poco, sí, pero dormía bien y descansaba. Era como si mi mente no quisiera dormir, no quisiera… soñar, por alguna razón. A lo mejor pensando en él me entraba el sueño. Evan… Evan… “Toma un circulo, acarícialo…”






Empecé a correr. La lluvia caía con fuerza, dificultando mi visión aun más, como si la noche oscura no fuera suficiente. Corrí, y me adentre en el espeso y mojado bosque presa del pánico. Volví a gritar su nombre de nuevo, como si me fuera la vida en ello. De hecho, precisamente me iba la vida en ello. Seguí corriendo, mientras mis botas se manchaban de barro. Seguí gritando, mientras mi corazón se hundía en el fango. Cada vez me resultaba mas difícil seguir el ritmo, a causa del cansancio y del maldito terreno, pero en mi mente solo había una idea, lo suficiente para no dejarme parar. Le dije una vez que no entendía como los deportistas podían continuar hasta después de que el cuerpo les dijera basta. Ahora lo entendía, más que perfectamente. Estaba corriendo una maratón. Una contrarreloj de vida o muerte.

Seguí corriendo, ayudándome de los arboles que había a mi paso para impulsarme. Estaba extasiada, pero no podía parar de gritar su nombre. A la mínima que flaqueaba, las imágenes de lo sucedido me sacaban del shock por unos segundos. Él y yo, en aquel destartalado coche  azul, con King Harvest en la radio cantando como locos Dancing In The Moonlight. Estábamos locos, puede que demasiado, pero no. Nunca era demasiado para nosotros y nunca lo seria, de eso estaba segura. Estábamos locos, sí, pero el uno del otro. Tanto, que creí que nada podría ocurrirnos, que hasta ni siquiera la barrera del tiempo podría con nosotros. Eramos nosotros contra el mundo y todo se tornaba en desafió. Pero esta noche es el mundo el que se ha revelado y se ha puesto en contra nuestra. No recuerdo bien el momento en el que King dejo de cantar y en el que dejamos de bailar bajo la luz de la luna. Todo ha pasado tan deprisa... ¿en qué momento aquel coche destartalado al que tanto adoraba se había convertido en el objeto más espantoso que he visto nunca? Parece tan absurdo... estampado contra una farola a la mitad del puente... y abajo el rió, preparado para acogerle a él entre sus caudalosos brazos después de haber salido disparado por el salpicadero. Ni siquiera pude reaccionar, o gritar, como hago ahora con todas mis fuerzas. Solo pude salir del coche con la ropa y la entereza hecha jirones y descubrir que ya no estaba en aquella carretera, conmigo...


Volví a mi estado de shock, y llegué a duras penas a la orilla del rio. Con los pulmones a punto de explotar y la voz rasgada de tanto gritar, solo me salió su nombre en un murmullo, mientras con la cabeza alzada la lluvia se llevaba consigo la sangre de mi rostro. Hundí mis rodillas en el barro y me quede allí, mirando la bravura del rió, buscándole con la mirada aturdida. Tenía que seguir buscándole, tenía que seguir... Evan… te quiero… por favor... 






Una luz cegadora me despertó. Intenté abrir los ojos entre sollozos. No podía, no quería, no… no podía dejar de buscar, tenía que encontrarle, con vida, con mi vida que ahora era suya. Me aferré a la almohada apretando los ojos, deseando soñar para encontrarle, para salvarle, para tenerlo conmigo sano y salvo. Los flashbacks se agolpaban en la cabeza sin piedad. Su rostro, sus retratos, su cuaderno, la lluvia, las miradas, las risas, los cafés, los sarcasmos, los roces, las caricias, los besos y lo que venia después, las canciones, las películas, las mañanas en la cama, las tardes por las calles de París, las largas noches sin dormir, los viajes en coche...

Unos nudillos tocaron contra la puerta del desván. Sería Cayla, llamándome para que bajara a desayunar.
-          -    ¡Despierta dormilona! ¡Janette ha comprado Froot Lops para desayunar!
Su cantarina voz me trajo a la realidad. Mi realidad. Pero la otra también era real, y también mía. Podía saberlo, y me daba igual lo que la gente pensara o quisiera creer. No era un simple sueño, pertenecía a mi vida pasada. Yo era Scarlet, pero también había sido Monica, y Evan… Evan era todo, corrijo, es todo. Y lo sé porque el vacio que habitaba en mí desde que tenía razón de ser, estaba ocupado por un dolor tan inmenso que me costaba respirar.

Tenía que encontrarle, saber que estaba bien. Que estuvo bien, conmigo, con ella, con Monica. Lo necesitaba más que nada y haría lo que fuera, sino, mi vida, la presente y la pasada, no tendrían sentido.



martes, 4 de diciembre de 2012

"Never let me go"


Mirando desde abajo,
la luz de la luna está 
fracturada en el mar.
Las reflexiones todavía tienen el mismo aspecto para mí,
como antes de que me hundiera.

Es tranquilo el fondo.
Una catedral en donde no se puede respirar.
No hay necesidad de orar, no hay necesidad de hablar.
Ahora estoy hundida.

Y se está rompiendo sobre mí,
a miles de kilómetros hasta el fondo del mar.
He encontrado el lugar para descansar mi cabeza.


Los brazos del océano me están llevando.
Toda esta devoción se precipitaba fuera de mí,
y las estrellas del cielo son para un pecadora como yo,
pero los brazos del mar me han liberado.


Y se acabó,
y yo me estoy hundiendo,
Pero no me estoy rindiendo,
solo estoy cediendo.

Deslizándome para abajo.
Tan frío, pero tan dulce.

En los brazos del océano, tan dulce y tan frío, 
toda esta devoción que nunca conocí continuó,
y las estrellas del cielo son para una pecadora en libertad,
porque los brazos del mar me han liberado.


Nunca me dejes ir.

martes, 13 de noviembre de 2012

Pie forzado

                  Empecé a correr. La lluvia caía con fuerza, dificultando mi visión aun más, como si la noche oscura no fuera suficiente. Corrí, y me adentre en el espeso y mojado bosque presa del pánico. Volví a gritar su nombre de nuevo, como si me fuera la vida en ello. De hecho, precisamente me iba la vida en ello. Seguí corriendo, mientras mis botas se manchaban de barro. Seguí gritando, mientras mi corazón se hundía en el fango. Cada vez me resultaba mas difícil seguir el ritmo, a causa del cansancio y del maldito terreno, pero en mi mente solo había una idea, lo suficiente para no dejarme parar. Le dije una vez que no entendía como los deportistas podían continuar hasta después de que el cuerpo les dijera basta. Ahora lo entendía, más que perfectamente. Estaba corriendo una maratón. Una contrarreloj de vida o muerte.

Seguí corriendo, ayudándome de los arboles que había a mi paso para impulsarme. Estaba extasiada, pero no podía parar de gritar su nombre. A la mínima que flaqueaba, las imágenes de lo sucedido me sacaban del shock por unos segundos. Él y yo, en aquel destartalado coche  azul, con King Harvest en la radio cantando como locos Dancing In The Moonlight. Estábamos locos, puede que demasiado, pero no. Nunca era demasiado para nosotros y nunca lo seria, de eso estaba segura. Estábamos locos, sí, pero el uno del otro. Tanto, que creí que nada podría ocurrirnos, que hasta ni siquiera la barrera del tiempo podría con nosotros. Eramos nosotros contra el mundo y todo se tornaba en desafió. Pero esta noche es el mundo el que se ha revelado y se ha puesto en contra nuestra. No recuerdo bien el momento en el que King dejo de cantar y en el que dejamos de bailar bajo la luz de la luna. Todo ha pasado tan deprisa... ¿en qué momento aquel coche destartalado al que tanto adoraba se había convertido en el objeto mas espantoso que he visto nunca? Parece tan absurdo... estampado contra una farola a la mitad del puente... y abajo el rió, preparado para acogerle a él entre sus caudalosos brazos después de haber salido disparado por el salpicadero. Ni siquiera pude reaccionar, o gritar, como hago ahora con todas mis fuerzas. Solo pude salir del coche con la ropa y la entereza hecha jirones y descubrir que ya no estaba en aquella carretera, conmigo...

Volví a mi estado de shock, y llegué a duras penas a la orilla del rió. Con los pulmones a punto de explotar y la voz rasgada de tanto gritar, solo me salio su nombre en un murmullo, mientras con la cabeza alzada la lluvia se llevaba consigo la sangre de mi rostro. Hundí mis rodillas en el barro y me quede allí, mirando la bravura del rióbuscándole con la mirada aturdida. Tenía que seguir buscándole, tenia que seguir... pero, en vez de eso, un recuerdo me invadió antes de caer desfallecida, el momento en el que pincel en mano cogió mi muñeca, la acerco al lienzo y me susurró al oído: "Toma un círculo, acarícialo, y se convertirá en un círculo vicioso".

domingo, 11 de noviembre de 2012

Taller del escritor: Juana Castro



              El pasado 25 de octubre tuvimos la visita de la poetisa cordobesa Juana Castro, miembro de la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes entre otras distinciones. Esta premiada y humilde mujer, acompañada por Noni Benegas, nos brindó una interesante presentación, que por lo menos a mí, no me dejo indiferente en absoluto. 

Su exposición tomó desde el principio un formato que no me esperaba. Dos sillas y un dialogo. Noni se dedico a hacer reflexiones y preguntas a las que Juana respondía  La poetisa comenzó a describir varias escenas en tercera persona, aunque fueran de su propia vida, desde su infancia hasta ahora. En ellas, refleja que la ha hecho ser como es en el presente dándonos datos, como el momento en el que leyó su primera revista feminista. Este y el ver las diferencias entre las clases sociales fueron los detonantes que la convirtieron en una verdadera escritora. Nos contó que su vocación por la poesía la vino de forma oral, leyendo y escuchando poemas, cosa que le agradece a su madre.


Entre otras cosas, pudimos averiguar de ella que se inspira más escribiendo de noche, aunque últimamente haya cambiado esta rutina a causa de la edad, su obsesión por las contraposiciones del amor y la libertad y de la soledad y la pareja, que el mar en sus poemas suele reflejar algo negativo y que puede que lo que ayer te parecía una obra de arte, hoy no valga para nada. Algunos otros comentarios que captaron mi atención fueron: "el arte poético se trata de dar a entender sin poner etiquetas", "¿cómo hacer que el dolor no se quede en exclamaciones y que nos llegue?", "siempre hay que ocultar algo" y mi favorito personalmente: "la poesía nos puede salvar de ir a psiquiatra".


Durante toda la presentación nos recitó varios de sus poemas, basados al igual que todos los demás en sus experiencias, en el lenguaje, en la música y en las imágenes. Nos explicó porque había escrito esto o lo otro, con una humildad y una cercanía que me sorprendió. Cómo fue capaz de abrirse de esa forma, hasta al contar los momentos más duros de su vida, desde mi punto de vista es digno de admirar.


Como opinión personal, quede encantada con el taller. Juana me parece una mujer fascinante, con una fuerza y una pasión por la poesía inagotable. Original y sin pelos en la lengua, capaz de mantener siempre un equilibrio. Me conmovió su entereza ante las situaciones tan complicadas por las que ha pasado y su forma de reflejar esos sentimientos sin que se queden en simples exclamaciones. Para mí, es un modelo a seguir, porque como ella misma dijo, "hay que ir mas allá, y crear obras de arte".


Para finalizar, os dejo un poema que recióo y se me quedo grabado en la memoria:





AMOR MIO

Antonia buena chica ingresó ya cadáver.
Carmen muy educada vaqueros blusa beis
y Raquel silenciosa es el amor.

Amor de amoratarse amor que es amoldar
y amancillar.
Amor de amenazar amor de amurallar
amor de amartillar
y de amasijo.

Amor de amortajar.

Rosa Lola María
Inés Luisa mi amor.

Compañero mi amigo
mi enemigo.

Rafael veinte años arma blanca su novia en una calle.
José Pablo dos hijos divorciado
y Raúl empresario gran sonrisa el amor.

Es el amor que amengua que amuralla
que amortece y amarra.
Amor de amuñecar amor que es amputar
amor de amilanar
y de ambulancia.

Amor de amordazar.

Manuel Félix Cristóbal
Jaime Isidro mi amor.

Mi señora mi dueña
mi rehén.

Amo mío mi amor.

El anillo no sabe no sabía.
El anillo.
El cuchillo.


martes, 6 de noviembre de 2012

Taller del escritor: Marta Leonor Gonzalez


             El miércoles 24 nos visitó la poeta, narradora y periodista Marta Leonor Gonzalez, nacida en Boaco, Nicaragua. Es editora y/o corresponsal de varios diarios nicaragüenses y fundadora o confundadora de varias asociaciones de escritura, como el Centro Nicaragüense de Escritores (CNE).

Durante toda la presentación se centró básicamente en darnos consejos de como ser escritores e impulsarnos a serlo. Comenzó a contarnos desde su punto de vista, como la historia, y sobretodo las épocas más duras de ella, afectan e incluso definen a la poesía.  Todo ello con un trasfondo de su propia experiencia en Nicaragua. A continuación, nos enseñó varios vídeos relacionados con el tema. En especial, uno de ellos me llamo bastante la atención, en el cual se mostraban definiciones de poesía de varios autores de renombre. Posteriormente, procedió a darnos dichos consejos, de los cuales cito algunos que me resultaron interesantes: "Hay que enamorarse del lenguaje, verlo como un espejo", "Ser autentico, ser uno mismo, ser único", "Todos podemos, aun así en un mundo donde todo esta escrito, incluso en poesía", "Todos tenemos miedo a fracasar. El miedo nos paraliza. Hay que quitarse ese miedo y ser un poco loco". También nos animó a hacernos preguntas a nosotros mismos, como "¿por qué estoy escribiendo, aquí y ahora?"
Aparte de estos consejos, me llamó la atención cuando nos habló de la belleza de las cosas. Según ella, las cosas que estamos acostumbrados a ver pierden belleza a nuestros ojos con el paso del tiempo, poniendo como ejemplo nuestras propias manos. Comprendo el hecho de que esto suceda, pero en mi caso, no sucede así del todo. Finalmente, nos aconsejó que podemos encontrar una fuente inspiración en cualquier parte, hasta en los anuncios de un periódico.
Uno de los momentos carismáticos a destacar de la presentación fue en el cual la poetisa nos pidió que nos levantáramos al grito de "no tengo miedo", y que nos hiciera abrazarnos con nuestros compañeros. Si pretendía llamar nuestra atención y romper esquemas, lo consiguió con creces.
Para finalizar la presentación, leyó dos de sus poemas:"El tiburón que rodeaba mi cielo" y "Boceto para entrar al club".

Como opinión personal, la presentación me resulto un tanto singular. Me hubiera gustado que en vez de que nos hubiera dado tantos consejos o enseñado ciertos vídeos, hubiera hablado mas de su propia poesía, ya que lo hizo al final y prácticamente en cinco minutos.

Para acabar, dejo un poema de la poetisa llamado "1985. Diez años después". Lo he escogido porque su vocabulario capto mi atención al echarle un vistazo:

1985. DIEZ AÑOS DESPUÉS

El corazón que está en mis manos
dice: lentitud de vida que corre por la sangre,
los restos de esta tarde se irán conmigo,
mi mañana la guardarás entre tus ojos
como dos lágrimas puras de invierno,
las venas se enfriarán como vigas de cemento
opacas de naturaleza.
Y recogerás ese corazón que una vez dijo:
hija, madre, niño, taxi, avión, caballo
rosas negras y blancas en un jardín
que nunca recordarás.
Y como días en tu bolso lleno de alfileres
se guardarán la risa, las manos, tu silencio.
Y aquella barba que afeitabas muy bien los días de
mis cumpleaños.

martes, 23 de octubre de 2012

"Stop and Stare"


"Paro y miro atentamente.
Creo que me muevo, pero no voy a ninguna parte.
Sí, se que eso le da miedo a cualquiera,
pero soy lo que no puedo ser.

Empiezas a preguntarte por que estas aquí y no allí, 
y darías lo que fuera por estar en el lugar correcto,
pero no es lo que realmente necesitas.
¿Ves lo que veo?"